sábado, 22 de agosto de 2009

Nueve horas dan para mucho

Nueve horas había por delante mientras cruzábamos el charco a 11.000 metros de altura y con una temperatura inferior a los 50 grados bajo cero. ¡Como para asomar el brazo por la ventanilla para que te dé el fresco! Aunque casi ni hace falta, porque el aire acondicionado está tan fuerte en estos aviones que acabas resfriado, en serio. He llegado a pensar que la gripe A, más que transmitirse de humano a humano, te ataca directamente en el avión.


Y claro, cuando viajas en pleno agosto desde el calor de la Costa Blanca hasta el calor cercano al trópico, lo último que se te ocurre es llevarte ropa de abrigo. Pues no quedó más remedio que echar mano de la mantita de dormir que te ponen en el asiento junto al cojín y echártela por encima, porque la sensación de frío llegaba a ser intensa.

Este vuelo hay que tomárselo con tranquilidad, no debes desesperar al paso lento de las horas, así que mejor ni fijarse en la hora. Así lo hacía el adolescente alemán que tenía a mi lado, junto a sus padres. En nueve horas el tío no paró un solo momento de demostrar estar enganchadísimo a los videojuegos: primero con los jueguecitos del móvil, luego con la PSP que llevaba en la mochila, más tarde con el comecocos del mp3, y vuelta a empezar. El menda comía deprisa y corriendo, como si le fuese la vida en ello, con tal de acabar pronto y seguir jugando. ¡Qué crack!

En la parte positiva de la balanza, tuve tiempo por fin de sumergirme profundamente en la lectura de las aventuras del Capitán Alatriste y sus amigos contra los herejes: “¡Santiago!... ¡Cierra España!”. Llevaba demasiado tiempo sin poder devorar una novela y lo echaba de menos. Más cien páginas fueron cayendo entre intento de siestecilla, película, comida y paseíllo hasta el aseo. Por cierto, en este vuelo de Iberia disfruté de la mejor comida que he degustado jamás en un avión. Sin rayar en lo exquisito, pero el menú estaba muy decente. Un aplauso para ellos.

Poco más apetece contar de esta parte del viaje, solamente que aterrizamos en la bella Miami a las cuatro de la tarde hora local, seis horas más en la península.

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