sábado, 22 de agosto de 2009

Empieza un viaje de 24 horas

A las cinco menos cuarto de la madrugada llegaba a la terminal 2 del aeropuerto de El Altet. Confieso que, ante lo intempestivo de la hora, esperaba tranquilidad. Nada más lejos de la realidad. Cientos de pasajeros se apostaban en cola frente a los mostradores de las compañías aéreas (en especial las de bajo coste) para facturar sus equipajes, la mayoría de ellos guiris. Claro, ¿qué te puedes esperar en pleno agosto?


No tardó mucho en llegar mi turno en el mostrador de Iberia. Mi única maleta iba bien de peso, este viaje es más liviano que los anteriores en cuanto a transporte. Aunque en la escala en Miami cambiaríamos de compañía cogiendo un vuelo de American Airlines, la maleta la facturaron hasta destino en Managua. Esperemos que no falle el enlace, porque encontrarse uno a más de 10.000 kilómetros de casa sin su equipaje debe ser poco agradable.

A las cinco de la mañana pocas tiendas encuentras abiertas en el duty free del aeropuerto, pero siempre se puede tomar un café, a pesar de que el café en estos espacios es de lo peor que se puede tomar por estos lares. Pero bueno, un cortadito y una caña de crema aliviarán el estómago hasta la hora del almuerzo.

La salida, prevista a las 6:30, se realizó con puntualidad. Aunque siempre prefiero ventanilla, en esta ocasión me toca pasillo. Coincido en mi fila de asientos con una joven pareja que se va de vacaciones a Bruselas, simpaticotes ellos y con ganas de charla. No queriendo importunarme, me preguntan dónde voy y cuando les cuento que el destino es Managua, obviamente comprenden que no voy de turismo y surge la historia de Icnelia, que ambos escuchan de buen grado.

Tras una hora de vuelo sin problemas mientras la línea del horizonte daba a luz, arribamos a Madrid-Barajas. Me despido de mis compañeros de viaje y nos deseamos suerte mutua en nuestras aventuras. Curiosamente, hoy se cumple un año de la tragedia del vuelo de Spanair JK5022. Un día para recordar en homenaje a las víctimas.

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